Esta semana Juego de Tronos estrenó el penúltimo capítulo de su tercera temporada, Las lluvias de Castamere, un episodio impactante y crucial -siempre lo son los novenos de cada entrega- que ha dejado conmocionados a los seguidores de la saga. Ante las reacciones de los telespectadores, que algunos medios han recogido en diferentes vídeos, George R.R. Martin, autor de los libros en los que se basa la serie, ha salido al paso para defender lo que hace años escribió en uno de los ejemplares que integran la saga, Tormenta de Espadas.
Lo cierto es que el capítulo de este lunes no ha dejado indiferente a nadie. Muchos han sido los espectadores que se han lanzado a Internet para comentar los acontecimientos que rodearon a La Boda Roja. Enfado, sorpresa, desilusión, entusiasmo... el episodio ha generado todo tipo de sentimientos, incluso en aquellos que ya habían leído los libros y sabían por donde iría la historia, hasta el punto de que algunos fans de la serie han llegado a insultar y a amenazar a Martin. Durante una entrevista en el programa de Conan OBrien, el autor ha revelado que escribe este tipo de pasajes porque le gusta sorprender al espectador. «Como lector o espectador siempre me ha gustado que el suspense fuera real», ha explicado.
«Quiero que mis lectores y espectadores tengan miedo cuando mis personajes estén en peligro -ha recalcado-. Quiero que tengan miedo de pasar a la siguiente página porque el personaje puede que no sobreviva». A pesar de que Martin no se arrepiente de lo que pasa durante La Boda Roja, sí que ha admitido sentirse un poco culpable de dejar a varios actores de la serie sin trabajo. «Una cosa es matar a estos personajes cuando sólo son personas en el papel, pero cuando conoces a los actores que les dan vida y sabes que estas dejando a gente sin trabajo, eso te hace sentir un poco culpable», ha continuado.
Durante la entrevista le mostraron al escritor el famoso video que recopila las airadas reacciones de varios fans mientras presenciaban en sus televisores lo ocurrido en La Boda Roja. Unas muecas de incredulidad, horror e indignación con las que Martin pareció quedarse bastante satisfecho.
